sábado, 23 de diciembre de 2017

Enemigo

El otro día, revisando el correo, noto que hay una notificación de un Inicio no Autorizado en mi cuenta de correo. Mi primera impresión fue la que hacemos todos: ¿quién rayos es?
Así que, sin más, comencé a hacer una lista minuciosa sobre las posibles personas que pudieran realizar ese acto, obviamente, enemigos.

Así que, rememore y rememore, recordando aquellas situaciones en las cuales me hubiera enemistado con alguien. “Numero 1” escribí en una lista de Word (porque también soy flojo y no encontré una lapicera a la mano, además, este asunto requería de toda mi atención). Después como cinco minutos, -quizás fueron menos- sorpresivamente, me di cuenta que la lista no crecía, no pude colocar un solo nombre.

Quizás se deba a que navego por la vida con bandera de zonzo (Lo cual no me resulta muy difícil de haceDIGO NADA!) y de no intromisión, o quizás se deba a que no ha de parecer lo suficiente interesante para que alguien intente un inicio no autorizado en mi cuenta (Prefiero suponer lo primero, porque, también tengo mi ego; aunque sea cual sea la razón, es beneficio, supongo)

Al final, le di la importancia que este asunto requería. Un “bahhh, pues sabe” dio por terminada esa preocupación, y es que, hay que tener cuidado de no darle mucho importancia a ese tipo de cosas, ya que después se termina pareciendo aquello que uno repudia. De no gastar mucho tiempo neuronal en aquellas cosas que, viéndolas fríamente, no tienen mucha importancia, de no terminar peleando con las nubes y darles poder sobre ti.

Tras ese pequeño momento de cavilación, reviso más minuciosamente los datos del inicio no autorizado, reconozco un nombre, es el modelo de un teléfono que me resulta un tanto conocido… jajaja vaya sorpresa! Resulta que es un teléfono que estaba usando en días pasados…

Ven cómo la bandera de zonzo no es de a gratisDIGO NADA. Creo que sí necesito un enemigo, ¿dónde los venden? Son Baratos… Bah, no es cierto; en realidad, no, gracias.



Fugacidad

Tengo un montón de cosas por hacer, y aquí estoy, pelando una mandarina.

De verdad, qué cosa tan maravillosamente trolleadora puede ser uno mismo para sí mismo, desestimando aquellas cosas con prioridad, y dando preponderancia a aquellas, que si las racionamos bien, no la tienen.

Borges, en su libro Atlas, decía lo siguiente:
«estamos hechos, no de carne y hueso, sino de tiempo, de fugacidad».

Quizás tenga razón: Muchos de los eventos que marcan las diferentes situaciones de nuestra vida, podemos recordarlos a la distancia. A veces uno tras de otro, como una especie de linea trazada en la polvorosa tierra. Por eso, y a la merced de las inclemencias ajenas a nosotros, del caos inerte en la mayor parte de todo, algunas de estas lineas se debilitan, incluso se desvanecen, sin embargo, a la distancia, puede notarse una especie de continuidad.

Por otra parte, todos estos eventos deben de alcanzar un cierto grado de relevancia, de significado, para seguir alargando esa linea (Aunque a veces incluso pueden ser hasta círculos sobre sí) sobre la cotidianidad diaria, sobre nosotros mismos, sobre el tiempo.

Cuanta razón tiene Borges al decir que estamos hecho de tiempo, de fugacidad. Nuestra vida gira alrededor de ambos eventos.

De igual modo, es preciso señalar que también hay eventos (contados con los dedos) donde estos no parecen tener una sucesión, sino que se encuentran fuera de esta linea, fuera del tiempo; eventos a los que uno puede volver y se sienten presentes. Momentos que escapan, que trascienden sobre los demás: una graduación, el recuerdo de un ser querido o cualquier otro evento que tenga un significado para uno mismo. Incluso hasta el simple pelar de una mandaEL TRABAJO! *Avienta su mandarina*.

domingo, 10 de diciembre de 2017

The Boneyard

En cosas sin importancia:

El otro día navegando por la Internet (No es broma, según la RAE así se le debe de decir “La Internet”. Además, siempre quise usar esa palabra aunque sea solo una vez), llego a una de esas páginas de cine B que tanto me gustan, así que, sin más, me puse a ver los títulos de las películas. Sobra decir que en el mundo del cine B hay películas tan grandiosas como Braindead, hasta otras con tramas muy fumadas, como cabras zombies (Black Sheep).

En fin, navegando por la página, reconozco algunos títulos de películas, también veo el de otros que en mi vida los había escuchado, algunos tienen títulos tan divertidos y graciosos, dignos de puras producciones de muy bajo presupuesto -algo muy característico del cine B-. Y así sigo un rato más dándole, navegando de título en título. Pero, de repente, ¡sopas!, aparece un título que me suena conocido, un título que por alguna razón sigo recordando después de tanto tiempo. Es el título de una película que de niño me traumo (o eso recuerdo).

Es curioso como después de tanto tiempo un nombre queda guardado en la psique. Y, por alguna razón, en un recóndito lugar de Internet (Ya no le voy a decir La Internet, suena como a las traducciones de “A todo gas”), este sale a luz, relumbrando con toda intensidad en la cotidianidad de la vida diaria, como un faro proyectando su luz en la inmensidad del océano que llamamos vida.

Pero, dejo de divagar, ¿de qué trata la película? En este punto, me era difícil recordar de qué iba, sólo recordaba pequeñas partes de la película, escenas casi casi abstractas, pero que tenía presente que me habían provocado mucho mucho miedo; y esa sensación quedo guardada sobre esa película.

El título de la película: “Depósito de Cadáveres” (The Boneyard 1991). Así que sin más, siendo las 3:00 a.m. (no soy muy conocido por tomar muy buenas decisiones, lo sé, pero como iba a dejar pasar esa apoteosis), dispuesto a visionar aquello que me causa miedo - y por qué no, vencer-, y tras casi 30 años después, le di play (porque también estaba online, que bonito lugar es La Internet, digo Internet!)

Veo las primeras escenas de la película, parece tratar sobre un policía trabajando junto con una vidente sobre un crimen, esto los lleva a una morgue, y hay comienza toda la película. En fin, sin entrar en grandes detalles sobre la trama de la película, y solo ahondando en aquello que recordaba que me causaba mucho miedo, logre visualizar aquellas imágenes abstractas -que tenía en mi cabeza- en muchas de las escenas de la película; todo tenía sentido: los rituales, las personas practicando canibalismo, todo se parecían a aquellas escenas que recordaba.

Al terminar la película, me pareció que fue un ejercicio interesante…. Y muy aburrido.

Todas esas imágenes que me provocaban miedo, resulta que no eran tan escalofriantes como las recordaba, y no era algo fuera de lo común del Cine B. (Pero, sí, para los ojos de un Infante, pueden resultar difíciles de visionar).

“¡Con eso te asústate, Vato?” Me daban ganas de decirle a mi mí mismo de 30 años atrás (Después me invitaría un Mazapán, porque, no manchen, también soy yo)

Realmente es curioso como mucho de los recuerdos se van convirtiendo en cosas difusas, incluso hasta intimidatorias, y como a pesar de pasar el tiempo (y que probablemente uno puede vencerlas) están siguen presentes, causando miedo… Como si uno mismo se trolleara. En fin.