En cosas sin importancia, este año no he leído la cantidad que desearía;
por alguna u otra razón, no he podido
comenzar con títulos que tengo en lista de espera.
Más allá de eso, me he dedicado más a re-leer fragmentos o capítulos de obras que considero importantes: Larry
Niven, Ligotti, Sagan, Borges, Robert Silverberg, Asimov, Rulfo, Jardiel
Poncela, Ibargüengoitia, Dostoievski, Douglas Adams, Sartre, Baudelaire, entre
otros, han sido las lecturas que me han acompañado este año.
¿Pero por qué no comenzar con títulos nuevos? En mi opinión, hay ciertas
lecturas que exigen un seguimiento casi ininterrumpido, y que a veces por
cuestiones de tiempo u otra cosa, no es posible llevar a cabo. Además, es muy
feo, como en un montón de cosas, dejar algo a medio comenzar.
En cambio, re-leer, es re-descubrir algo que se siente familiar, que es
conocido y que, a priori, exige un esfuerzo en tiempo menor. Sin embargo, es
por demás curioso, como fragmentos y capítulos que uno considera cercanos, van
obteniendo otro significado, incluso hasta se sienten distantes. Y, en cambio,
otros fragmentos cobran un sentido nuevo, algo, que en su momento, uno noto su
importancia y lo chido que son.
No me gustaría usar la palabra madurar, porque, bueno, no soy mucho de la idea
de ello, simplemente, considero que crecer es hacer las cosas de un modo
diferente al cual usualmente haríamos. En las cuales, a veces, se va para
adelante, a veces para atrás, y otras veces, se sigue igual y no pasa nada.